MUSEO PÚBLICO DE ARTE CONTEMPORÁNEO: OBRA DE TEODORO GONZÁLEZ DE LEÓN

  • El artífice comparte su experiencia
Por Verónica Rosales Flores
Ciudad de México (Aunam). La charla con uno de los mejores arquitectos contemporáneos, Teodoro González de León, se desarrolló en un ambiente mezcla de arquitectura y vegetación, en su amplio despacho, con piso de madera que cruje al vaivén de los pasos, y con un gran ventanal del lado derecho. En él se pueden apreciar varios tipos de plantas y es por donde entran sigilosamente los rayos de luz por entre la pared de piedras y los cristales hacia el interior de la oficina.


El encuentro se suscitó en el inmueble ubicado en la calle de Ámsterdam, en la colonia Condesa. Después de habernos visto constantemente los viernes en medio de la obra en construcción y haber solicitado la entrevista por más de un año, llegó el día de ponerle fecha y hora.

Así, el ocho de octubre de 2008 otorgó 30 minutos de charla, el arquitecto, artífice del museo, nacido el 29 de mayo de 1926. Realizó sus estudios en la antigua Academia de San Carlos (UNAM) 1942-1947. Es miembro de El Colegio Nacional a partir del 28 de octubre de 1989; académico emérito de la Academia Nacional de Arquitectura; miembro honorario del American Institute of Architects; miembro de número de la Academia de Artes y de la Academia Internacional de Arquitectura.

Sobre su escritorio transparente, de un cristal muy grueso, cerca de la taza donde tomaba su café, coloqué mi grabadora; él me miraba con atención, de vez en vez sonreía, pero su mirada penetrante en momentos cohibía los movimientos. Su expresión corporal no era mucha pero en ciertos aspectos sí señalaba o asentía y tomaba su rostro con una o ambas manos.

Al pedirle que compartiera su idea de estética dijo, “no me gusta responder este tipo de preguntas, uno se tiene que remitir al nombre estética que es muy amplio y no nos lleva a ningún lado, pues es una ciencia displicente”.

La finalidad de conocer su concepción era para encontrar la idea primigenia que lo lleva a crear sus obras arquitectónicas, pues tiene en su haber una amplia variedad: edificios públicos y de apartamentos, museos, centros cívicos, plazas, jardines, residencias.

En ellas se pueden apreciar similitudes. Son lugares amplios, pero con piezas y materiales sencillos, en las cuales conjunta patrones clásicos con tendencias modernas. La proporción de los espacios es de volúmenes grandes en donde predominan las líneas, triángulos y otras figuras geométricas.

Para construir el MUAC se basó en la experiencia que los demás edificios le han otorgado en cuanto a funcionalidad, espacio, necesidades, pero para realmente aterrizar la idea tuvo que conjuntar los aprendizajes obtenidos de los viajes que ha realizado en varios países. “He recorrido 30 ó 40 museos alrededor del mundo, pero para éste visité sólo los que tuvieran que ver con la preocupación máxima: qué es el arte, pues esto en mi vida significa religión”.

En el MUAC, González de León resume varias de las vivencias que ha tenido con el arte contemporáneo y cómo lo producen los artistas actuales a nivel internacional; así, construir el espacio adecuado para que éstos puedan trabajar con lo ineludible. “Lo que ellos necesitan son espacios que provoquen hacer obras para el museo mismo”.

A pesar de la carga de ideas extranjeras que tenía, siempre ha intentado valorar la fuerza y la sobriedad de la tradición mexicana; además le añade su sensibilidad artística pues tiene una formación de pintor al haber sido becado en Francia para trabajar 18 meses en el taller de Le Corbusier. De ahí que le guste llevar la arquitectura a lo tridimensional, valiéndose de figuras geométricas.

Con este museo quería lograr un complejo de salas de diferentes tamaños, distintas alturas y vistas para provocar al espectador, así como al artista, pues quiere trabajar con obras realizadas para el espacio mismo apelando a una idea contemporánea. Al cuestionarle sobre si el museo rompía con la armonía del conjunto cultural por sus dimensiones y diferencia de materiales, explicó la importancia de la existencia del nuevo integrante.



“Se ha instalado en el CCU porque es la pieza que le da coherencia a este complejo, cada una de sus partes ha sido concebida en distintos tiempos; además, no tenía una entrada, se ingresaba por el estacionamiento como en un supermercado. Esta plazoleta, además, vincula a los edificios existentes, pues con sus formas logra provocar ese diálogo. La plaza tiene un pórtico que fue fundamental, lleva directamente a la Sala Nezahualcóyotl. El museo está partido en dos, por medio de un paseo peatonal, que lleva a la Biblioteca Nacional con la finalidad de lograr una mezcla de recinto cerrado y abierto que se adecua a los demás edificios del Centro.

Al comentarle sobre la polémica que el MUAC ha generado por aparecer como protagonista del conjunto y estar justo al frente de la Sala Nezahualcóyotl, él tomó un sorbo de café, respiró profundo, observó un momento al suelo, colocó sus manos frente a su rostro, y dijo, “siempre una obra arquitectónica causará júbilo o molestia, pues cambia el paisaje habitual, pero en este caso, a diferencia de lo que muchos dicen, no tapa la sala, al contrario, le da un acceso a nivel de piso; antes tenías que bajar y volver a subir, ahora se llega directo a donde están las taquillas”.

El arquitecto argumentó que aunque el museo está a tan sólo 25 metros de distancia de la sala, por su forma curva de la pared, en especial en la parte que más se acerca a ella, se pensó así para que las asperezas y formas quebradas del recinto de música con las cóncavas del recinto de arte no se vieran tan alejadas y rompiera con la armonía, sino que lograran insertarse.

Sobre las diferencias que él observa en el paisaje del CCU de los años 70 al de ahora, considerando la inserción del nuevo integrante, “a pesar de que los demás edificios también fueron hechos en tiempos diferentes, no escandalizan tanto porque se intentó usar los mismos materiales, dimensiones y formas, pero si nos ponemos a analizar, todos están situados en medio de otras arquitecturas, y aún así se han completado. El MUAC al principio se sentirá lejano pero se integrará por medio de sus trazos simples”.

La simplicidad de sus obras arquitectónicas es porque desde hace varios años, se ha identificado con las formas que pertenecen a la plástica del siglo XX y ha realizado sus edificaciones de concreto cincelado con grano de mármol, un material moderno, que según los resultados que le han arrojado en sus demás construcciones, resiste a la intemperie y los estragos del tiempo, es sobrio y fácil de mantener pues no tiene pintura o algún otro material encima.

Otro propósito por el cual las formas del museo son simples es que no influyan en la obra o llamen más la atención que éstas, sino que logre ser un espacio que las complemente.

Para explicar uno de los conflictos a los que se tuvo que enfrentar, señaló su jardín. Se inclinó hacia adelante y observó hacia afuera; levantó su brazo y pidió que se mirara con detenimiento una flor roja que pendía de una endeble pero verdosa planta. La mitad de ella recibía directamente los rayos del sol; la otra, se asomaba por la ventana lo que le daba un poco de sombra.

“En la parte que está totalmente bañada de luz, se enfatiza su tonalidad rojiza, su color es más nítido, claro, se destacan todos sus detalles, pero esa misma flor al atardecer tendrá diferente intensidad que si se observa en la mañana”.


Esta explicación fue para justificar la razón por la cual el museo tiene aberturas en el techo: para tener la posibilidad de darle luz natural a todas las salas y para que las piezas se vean diferentes según la posición del sol.

Para entender esta dificultad a la que se enfrentaba y poderla resolver, tuvo que hacer un modelo a escala, para probar el sistema de doble refección que entra por el plafón central, se rebota y baja en dos planos inclinados; entra a las salas a través de los cristales para salir sin sombras, flotar en el espacio y así no dañar las piezas porque elimina los rayos UV.

“La ventaja del MUAC es que tiene la posibilidad de manejar tanto la luz natural como la artificial. Las salas cuentan con un sistema de material formidable. Al cambiar el movimiento del sol o por la condición de nubes, el museo puede tener una luz intensa que resalta las formas de las obras. Cuando varía la luz natural, también cambian las tonalidades ya sea más amarillo, rojizo, pero en otras ocasiones más azul; esta manifestación es muy hermosa porque demuestra la vida misma”.

Después de observar con detenimiento los elementos que conforman su jardín, la charla seguía fluyendo; su amabilidad ayudó para cuestionarle sobre cómo su composición arquitectónica lograría provocar al artista, es decir, cómo dialogaría el MUAC con la obra de arte; esta pregunta es importante porque no se le debe dar más peso al lugar de exhibición que a la pieza artística.

Dijo que esta relación es muy compleja. Pero aseguró que en este caso, el espacio complementa a la obra, por esa razón no la destruye. “Esta es una dicotomía que no existe aquí, pues las salas son simples, limpias y blancas, no distraen la atención del espectador; además, cuatro de ellas tienen una virtud que el artista puede explotar, utilizarse como la gran sala o sólo interconectarlas, y experimentar con el espacio público pues dependiendo de la curaduría, la gente puede ver desde afuera la obra y los que están adentro observar lo que sucede en la plaza; además es posible jugar con la luz pues al tener cortinas se pueden cerrar o dejar abiertas, según necesidades”.

Al terminar este comentario, alzó sus manos que permanecían recargadas en el escritorio y las llevó a su rostro, volteó nuevamente hacia su jardín y se levantó hacia el ventanal. Luego señaló alrededor. “Se ha podido ver en el transcurso del proceso de construcción que el museo se integra armónicamente y que desde varios puntos se puede apreciar no sólo la vegetación nativa sino la que lo rodea, como la montañas del sur de la ciudad que enmarcan el urbanismo creciente del CCU”.

Esto en razón de que la mayoría de las opiniones vertidas en los diferentes medios de comunicación eran que el MUAC estaba insertado arbitrariamente en el paisaje. González de León decía que sus dimensiones no son estratosféricas, pues responden a una investigación realizada a través de sus viajes de los últimos años. En ellos observó qué tipo de espacios requerían las piezas de arte contemporáneo que actualmente se exhiben alrededor del mundo y descubrió que deben ser salas cúbicas de 12x12. Por tal motivo el mínimo del ancho de todas las salas es 12 metros.


Como el arquitecto también tiene su lado artístico, era interesante saber su opinión referente a la importancia de acercarle el arte a la gente, y de qué manera el MUAC los motivaría a esa aproximación. “La ubicación misma los atraerá. Ahora está en un lugar visible porque el terreno que nos habían dado era un espacio lamentable al estar alejado del conjunto del CCU. Gracias a que Felipe Leal intervino, pudimos darle entrada y cohesión a través de la plaza que servirá para la realización de diversos eventos y será una invitación para que los transeúntes observen, por la transparencia de los cristales, las cuatro salas que lo inquietarán a ver desde adentro lo que se les está revelando”. El museo es una pequeña ciudad dentro de CU, con calles interiores, jardines, salas. Una de las razones de tener esto es porque Teodoro, de niño, pudo disfrutar un Centro Histórico que se recorría a pie; “así descubrí muchas cosas en él y a mirar con atención los detalles”.

Para este proyecto pudo plasmar tanto su sensibilidad artística como el resultado de sus investigaciones, las observaciones de sus viajes y mejoró lo que en anteriores espacios podría ser deficiente. “Logré cerrar una idea, y otorgar lo que se requiere para este tipo de arte. Me sirvió de experiencia el Tamayo, pues el ancho de sus salas es de siete metros y éste se hizo de 12.

Ahora, a treinta años de distancia de que construyó el Museo Rufino Tamayo, le hará ampliaciones para mantener su vanguardia y edificarán una sala más ancha para acrecentar la oferta actual. “Es importante apostarle a este espacio y no dejarlo en el olvido porque ha traído, en los últimos diez años, artistas internacionales que exponen en París, Nueva York o Berlín”.

Algunas otras cosas que ha detectado en ese museo que también podrían afectar al buen funcionamiento del MUAC, es que hay deficiencias en la difusión de los eventos, porque no cuentan con el dinero necesario para hacerse publicidad, para dar a conocer al mayor número de gente lo que ahí se hace; además, no disponer del capital suficiente para el mantenimiento del lugar y el correcto resguardo a las obras adquiridas o prestadas.

Si bien es cierto que el MUAC al encontrarse dentro de la UNAM cuenta con su propia comunidad, el arquitecto cree que no se deben dedicar sólo a lo local, sino buscar un público plural; además, proyectarse a nivel internacional para traspasar fronteras y ofertar el trabajo de artistas mexicanos y extranjeros.


Un factor muy importante y lo que podría distinguirlo de otros museos es que desde su concepción está completo. En casi todas las obras que se hacen, por falta de dinero o de un programa que indique las necesidades, se construyen espacios incompletos. Es hasta que empiezan a funcionar cuando se dan cuenta que les hacen falta ciertas cosas y comienzan a parcharlos.

“Es gracias a la insistencia de Graciela que este museo, al igual que el de Antropología, ya cuenta con los espacios requeridos para responder a la demanda de lo que ofertará, aunque por ahora no esté bien equipada la tienda ni el auditorio, el espacio ya está hecho para que con ayuda de fondos o patrocinadores se pueda concretar”.

En el tiempo en el que se realizó la entrevista, su opinión acerca del equipo con el que laboró era totalmente satisfactoria. Comentaba que había sido un honor trabajar con gente tan profesional y comprometida. Pero justo antes de la inauguración, cuando todos los ojos estaban puestos sobre el nuevo recinto, tanto de manera positiva como negativa, el arquitecto cambió de parecer y dijo en diversas entrevistas y en una conferencia de prensa que otorgó para defenderse de las críticas, que todos los errores que ahora se ven son sólo el resultado de la mala mano de obra que existe en el país.

Para el arquitecto que recibió su doctorado honoris causa por la UNAM, en 2008, significa mucho regresar a realizar un proyecto tan importante para su alma máter después de una larga trayectoria fuera de ella. “Hace más de 50 años, Armando Franco, Enrique Molinar y yo elaboramos el Plan Maestro de CU, que les fue adjudicado a nuestros maestros, por ser arquitectos consagrados: Mario Pani y Enrique del Moral. Nunca nos dieron el crédito de eso; ahora estoy de vuelta para construir algo en el área que más me interesa: el arte. Aunque como buen arquitecto debo hacer de todo y no cerrarme a cosas específicas. Es una mentira que existan especialidades dentro de nuestra disciplina. Se debe conocer la construcción a fondo y sus diversas vertientes. La mayoría de mis colegas prefieren la arquitectura de vivienda porque no se tienen mayores complicaciones al pensar en necesidades, materiales o formas. Pero para deliberar en un espacio como el MUAC debes concebir un lugar de reunión, que genere sensaciones, invite a pasear, recorrer la exposición, descubrir todo lo que la rodea, porque no es sólo hacer dimensiones sino cómo se revelan”.

No está de acuerdo con la ubicación del Centro de Estudios sobre la Universidad porque cree que existe ahí arbitrariamente, y como es de investigación no tiene nada que ver con los demás recintos del conjunto ni arquitectónicamente ni en funciones porque no es un edificio que dé cultura, sino uno de oficinas administrativas.

El arquitecto regresó del umbral entre el jardín y su despacho, hacia el escritorio y comentó que pudo sacar el proyecto después de seis meses de estudiar el espacio. A diferencia de los demás creadores del museo, él sí cree que el presupuesto otorgado fue una limitante porque se pensaba hacer dos veces más grande de lo que terminó siendo, pero en el proceso entendió que era exagerado y al ver los resultados quedó conforme con la escala.


“Un lugar de este tipo debe tener amplitud de salas; éstas están habilitadas en cinco porciones, divididas por calles interiores que siempre ven el paisaje, que tienen luz natural, eso hace que el museógrafo cuente con muchas posibilidades, pueda instalar en uno u otro de los conjuntos de salas, o tomar varias de ellas, es decir, el museo está pensado para dar gran flexibilidad a la exhibición de cualquier tipo de obra. La buena arquitectura tiene que estar en contacto con el paisaje, no romper con él sino insertarse”.

Como ya se ha mencionado, el arquitecto realizó múltiples viajes para recabar ideas, información, conceptos, tendencias, visiones, fotografías, bocetos. El producto de esos 32 días de travesía quedó plasmado en el libro Viaje a Japón, (2006). Y fue ese país el que más le impresionó de todos los lugares recorridos. Ahí apreció la relación de la cultura actual original con la milenaria, que conjuga el interior y el exterior. El museo que lo cautivó fue el Kanazawa pues posee características que en ninguna parte del mundo utilizan. De esa experiencia logró plasmar en el MUAC esa relación interior-exterior, que en Japón manejan desde el siglo XVII. En este museo el exterior participa del interior para simular un jardín infinito, para dar la impresión de que es enorme y se fusiona con el entorno de una manera natural. Ahí, la gente puede deambular libremente entre vegetación y arte, y sólo en unas partes tiene que pagar boleto de acceso, lo demás es público.

A un costado de su escritorio tenía varias maquetas, entre ellas su escultura que ahora adorna el Auditorio Nacional, Tres figuras áureas. Eso remitió a que en un mismo lugar pudo conjugar sus dos pasiones, la arquitectura y el arte, pues él estuvo encargado de la remodelación del recinto que ahora cuenta con una de sus piezas en el interior. De ahí surgió la siguiente pregunta, referente a si le gustaría que en el MUAC sucediera algo similar. “Sería formidable poder exponer algo de mi obra artística en un recinto que yo creé, hablando de un espacio universitario, porque una experiencia así ya la viví en el Tamayo, en donde tengo otra de mis esculturas”.

Por lo letrado de este personaje era importante su opinión en cuanto a las posibles repercusiones o implicaciones de este museo en la cultura mexicana. Comentó que éstas no son predecibles. “Lo que sí es un hecho es que muchos jóvenes que pasen y vean las obras que ahí se exhiben, se motivarán a ser artistas; eso es lo que deja un museo. Por ejemplo, cuando un chico ve una pieza, tiene infinidad de sensaciones, pensamientos y ésa que llamó su atención, ya transformó su vida. Puede que no precisamente se vuelva artista pero el arte va a determinar mucho la forma de ver lo existente”.

Por eso es importante acercarle el arte a la gente y más este tipo, que le genera muchas confusiones, porque requiere de más atención, conocimientos, interés. La idea es que una vez que se cree una cercanía y les sea habitual llegará el momento en que se toparán con ellas y la entenderán sin necesidad de recibir una explicación. En cuestiones artísticas, las instituciones no se deben limitar a darle a la gente lo conocido, lo fácil o lo que se entiende con sólo leer una ficha.

Los minutos transcurrían rápidamente. El arquitecto que construyera la embajada de México en Brasilia, El Colegio de México, el Museo Rufino Tamayo, la Universidad Pedagógica Nacional, el Museo de sitio de Chichén Itzá, el Palacio de Justicia Federal, el Museo de sitio de Tajín, el Fondo de Cultura Económica, el Conservatorio Nacional de Música, el Museo de Arte Popular y el Reforma 222, daba por concluido el encuentro, con sus 81 años de edad a cuestas y mirando su reloj. El tiempo otorgado para la entrevista se había agotado. Al ser un personaje con tantos compromisos no se podía dar el lujo de extenderse en una de sus citas.


Al agradecer el tiempo otorgado, el entrevistado dejó abierta la posibilidad de seguir charlando sobre el museo en algunos encuentros que aún se suscitarían dentro de la construcción.

Unos días después de la entrevista, le hicieron un homenaje en el Auditorio Nacional para celebrar su cumpleaños. Marcelo Ebrard, jefe de gobierno capitalino, dijo que el trabajo de González de León es decisivo para la construcción de obras públicas en el Distrito Federal porque participa en obras inteligentes como en las que trabajó en ese tiempo: Reforma 222 y el MUAC, que son para beneficio del bien público.

(Entrevista que forma parte de la tesis de licenciatura MUAC: Espacio para viajar con los sentidos de Verónica Rosales Flores, FCPyS, 2012).


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