LA VIEJA PUERTA DE RASHOMON

Por Renata González Tarragona
México (Aunam). A partir sus inicios, sin importar la temática o el espacio temporal que abarque, el cine ha sido un reflejo de la sociedad, de su contexto y de sus inquietudes. Desde filmes metafóricos, retrospectivos, documentales, hasta una gama tan amplia como lo es la imaginación de los realizadores que intervienen en éstos, el cine siempre nos mostrará la perspectiva de otro, quien si no se atreviera a expresarlo, difícilmente habría manera alguna de transmitir sus experiencias al público de una manera tan gráfica y vívida como lo es este medio.

El cine se ha comportado como esa gran ventana multicultural internacional con la que se busca dar a conocer un modo de vida y un punto de vista distintos a aquellos pertenecientes al país de origen del espectador y, a su vez, se vuelve incluyente al colocar al espectador de la nacionalidad que sea como el “mirón” o el ojo vigilante que presencia hechos impresionantes retomados de la realidad de cada uno de los directores, guionistas, productores y demás potencial humano que toma participación en tan grandes producciones.

Por supuesto, independientemente del género cinematográfico, le intención o perspectiva impresas en la película no pueden tomarse como la verdad absoluta, pues tanto narrativa como narración se desarrollan desde la subjetividad de quienes se encuentran detrás de la misma. Entonces para poder tener una opinión completa y fundamentada habría que recurrir a distintas versiones o a distintos realizadores, aunque esto igualmente dependerá de la tendencia que posea el espectador.

Generalmente, en occidente, en especial en México, existe un sesgo tanto educativo como comunicativo que impiden abrir la mentalidad de las personas hacia contenidos o productos que no tomen como punto de referencia a la primera potencia económica mundial, los Estados Unidos, motivo por el cual la mayor parte de la población no es capaz de generar un genuino interés analítico y serio sobre temas relacionados al mundo asiático, mismo que se suele ver como ajeno, distante, incomprensible y misterioso.

Con Estados Unidos postrado como el héroe internacional, difícilmente se podrían tomar en cuenta las vivencias y visiones de los países que se han visto “beneficiados” por su, presumiblemente, bien intencionada intervención. Esto disfraza lo que en realidad significó el dominio por parte de esta nación, aún cuando los países que estuvieron bajo su sombra hayan podido o no ser parte del sistema capitalista de manera exitosa.

Uno de los desastres más terribles en toda la humanidad tuvo lugar en Japón, en Hiroshima y Nagasaki, como muchos saben, y de no ser por la conmoción que provocó la magnitud de tal evento, muy probablemente la Segunda Guerra Mundial hubiera proseguido con su avasallamiento. Este hecho dejó como resultado a un Japón devastado cuya población, pese a las ideas y determinaciones de sus dirigentes, no tenían por qué sufrir tal tragedia.

Aún a cinco años del suceso, 1950, época en la que el famoso filme de Akira Kurosawa, Rashomon, saliera a la luz la economía nipona no había podido reponerse. La destrucción, pobreza, escasez de bienes y servicios el hambre y la desocupación complicaban el avance y progreso de su sociedad.

No obstante, debido a la ocupación militar estadounidense se vio fomentado el desarrollo económico en esta gran isla de Oriente, hasta que en 1951 se acordó la salida de los Estados Unidos y de entonces, a las dos décadas posteriores Japón dio un salto gigantesco con el llamado “milagro japonés” y pudo colocarse como uno de los países con mayor poder y recursos.

El año de 1950 representa sólo el comienzo de tal progreso y, como un país que se recupera de las consecuencias de una guerra tremenda, es muy remarcable el hecho de que haya sido el tiempo en que se produjo una de las cintas más importantes y exquisitas de la historia del cine, como lo es Rashomon, pues fue en el cine donde encontraron la manera de modernizarse, expresarse y crecer.

En este filme nipón, no sólo se observa la majestuosidad de Kurosawa y su equipo al construir una historia de abundantes altibajos, un extraordinario e impecable uso de los flashbacks para la época y una capacidad impresionante para mantener al espectador sin la seguridad de qué es lo que ocurrirá a continuación con tan confusos personajes, resultado de la narración de los hechos; sino también se percibe un dejo de melancolía y desesperanza.

La lluvia, siempre anunciante del perturbador y desolado presente se suma al desconcierto de los personajes creando una atmósfera de una rareza nostálgica dentro de la cual se insertan las distintas versiones sobre un asesinato, lo que permite ver la verdadera naturaleza de cada individuo y la intención escondida detrás del pretexto de éste, revelando sus monstruos y pesares particulares.

Rashomon fue tan importante que es uno de los grandes referentes del cine japonés y en su tiempo fue acreedora al Oscar como “Mejor película extranjera”, sin duda una de las obras maestras de Kurosawa acompañando a Los Siete Samuráis y por la cual este director sería recordado como uno de los más prominentes del cine oriental. Sin duda alguna, es una de las cintas que no pueden faltar para aquellos apasionados de la cultura asiática.


Ficha técnica:

Título: Rashômon
Dirección: Akira Kurosawa
Reparto: Toshirô Mifune, Machiko Kyô, Masayuki Mori, Takashi Shimura, Minoru Chiaki, Kichijiro Ueda, Fumiko Honma, Daisuke KatôPaís: Japón
Guión: Akira Kurosawa, Shinobu Hashimoto
Año: 1950
Duración: 88 min.





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